los detalles de Oracion Ala Medalla Milagrosa

oracion ala medalla milagrosa

Muy santa Virgen, yo creo y admito tu santa Inmaculada Concepción, pura y sin mácula. , por tu Concepción Inmaculada y gloriosa prerrogativa de Madre de Dios, alcánzame de tu amado Hijo la humildad, la caridad, la obediencia, la castidad, la santa pureza de corazón de cuerpo y espíritu, la perseverancia en la práctica del bien, una buena vida y una santa muerte. En la parte posterior de la medalla, los dos monogramas de María y Jesús, sus corazones perforados, cuentan una historia de mal y amor y sacrificio sin fin.

es prenda de protección, los refulgentes resplandores que vuestras manos despiden son las gracias que reciben de Vos los hombres viadores. Yo he sufrido de depresión y ansiedad por muchos años, lo que me causa muchos avatares. Ahora que llevo puesta una Medalla Prodigiosa, siento que las cosas no me preocupan tanto como antes.

Oración A La Virgen De La Medalla Milagrosa

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Traduce algún texto gracias al mejor traductor online del mundo. TraductorTraduce cualquier texto gracias al mejor traductor automático de todo el mundo, creado por los autores de Linguee. El rayo, la tempestad, el contagio ineludible, de esta medalla admirable huyen con celeridad. La virtud que los desvía es la de Vuestra intercesión. Le comento que mi hermana debió ser llevada al hospital de emergencia un martes por la noche. Los doctores la examinaron y nos dijeron que tenían que hacerle una cirugía de corazón o un trasplante de venas cardiacas. Yo recé con mi hermana y juntas afirmamos la oración de sanación y yo le unté aceite bendito de Nuestra Señora.

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En particular, el corazón coronado con las espinas de Jesús simboliza Su sacrificio de amor por los hombres, al paso que el corazón perforado por la espada de su Madre simboliza el amor de Cristo, quien vive y arde en , y por medio de se vuelca sobre todos y cada uno de los hombres. La Medalla Prodigiosa, símbolo de devoción y fe, de las gracias infinitas que la Virgen María entrega a sus hijos. Y enseguida oyó una voz que recomendaba llevar la medalla y reiterar de forma frecuente aquella oración-jaculatoria, y prometía gracias especiales a los que de este modo lo hicieran.

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Sed pues mi amparo, mi esperanza en esta ocasión; y ya que devotamente pende de mi cuello la Medalla Prodigiosa, prenda inestimable de tu amor, concededme, Madre Inmaculada, concededme la felicidad que con tanta insistencia os pido. Postrado ante vuestro acatamiento, ¡Oh Virgen de la Medalla Milagrosa! , y tras saludaros en el augusto secreto de vuestra concepción sin mácula, os escojo, a partir de ahora para toda la vida, por mi Madre, Abogada, Reina y Señora de todas y cada una mis acciones y Protectora frente a la majestad de Dios. Yo les prometo, virgen purísima, no olvidaros nunca, ni tu culto ni los intereses de vuestra gloria, al unísono que os prometo también fomentar en los que me rodean tu amor. Recibidme, Madre tierna, desde este instante y sed para mí el cobijo en esta vida y el sostén en el momento de la muerte.

Que tu recuerdo y tu medalla, Virgen Milagrosa, sean alivio y consuelo de todos y cada uno de los que sufren y lloran en desamparo. Escucha, pues, ¡Oh Virgen de la Medalla Milagrosa! , este favor que confiados te solicitamos para mayor gloria de Dios, engrandecimiento de tu nombre y bien de nuestras ánimas. Y para mejor servir a tu Divino Hijo, inspíranos un profundo odio al pecado y danos el valor de afirmarnos siempre verdaderamente cristianos. La narración de la Medalla Milagrosa (o medalla de Nuestra Señora de las Gracias, o medalla de la Inmaculada) también está relacionada con este tipo de vivencia. Este objeto de veneración, con un poderoso simbolismo, capaz de curaciones inopinadas y actos prodigiosos, proviene de una aparición, de un momento de amor divino hecho carne y luz, del acercamiento entre una novicia joven y humilde de apenas veinticuatro años y la Virgen María. En una conversación nocturna que duró horas, llevada a cabo no únicamente de expresiones, sino más bien de miradas, movimientos, manifestaciones de afecto y devoción y una promesa vibrante.

Como su feliz vidente y cómplice, Santa Catalina Labouré, pidámosle cada día a Nuestra Señora, la felicidad de su amor y de su devoción. Deseosos de contribuir también nosotros a la mayor gloria de Dios y honor de su Madre Muy santa, seamos desde este día apóstoles de su prodigiosa medalla. Esta es la Gran Promesa de la Medalla Prodigiosa. «Venid al pie de este altar -decíale la celestial Señora-, aquí se distribuirán las gracias sobre cuantas personas las soliciten con seguridad y furor, sobre grandes y pequeños.» Que recuerdo y tu medalla, Virgen Prodigiosa, sean alivio y consuelo de todos y cada uno de los que padecen y lloran en desamparo.

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